lunes, 11 de agosto de 2008

Frase del día 11 de agosto de 2008



Si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra…


Blas de Otero

Poeta español. 1916-1979. Ayer visité la tumba de este magnífico y tan poco valorado escritor, y tenía en su lápida este poema suyo. Es complicado determinar que tiene más importancia lo que se dice o como se dice.

Nos pierde el juego malevo de las palabras, le damos importancia, a veces excesiva, a un bufido dicho en un mal momento a las acciones que con alevosía perpetramos. Es eso que mi abuela criticaba en los sibilinos, ni una palabra mala ni una acción buena.

Yo que amo a las palabras en todas sus versiones, la escrita sobre todo y la hablada sin poder evitarlo, que como coincidía con mi querida amiga Tamara, somos puro verbo, siento un temor inusitado porque soy capaz de decir lo más inoportuno en el momento justo en el que debería callarme, y es una tragedia que roza el delito, porque la palabra una vez que ha salido de nosotros, ya no nos pertenece ni nos debe lealtad.

Aún así, espero que nadie me calle nunca y que si mi voz es el problema para los que me rodeen, al menos para mí, me quede la palabra…

2 comentarios:

Tamara dijo...

Un amigo dijo una vez:
"Fingimos sin saber hacerlo, callamos cuando somos puro verbo, amamos a manos llenas y nos reconcome la oscuridad."
Quizás por eso, por ser puro verbo, nos rendimos ante la belleza rutilante de los adjetivos, y nos agarramos fuerte a una frase bien hilada.
El drama se desata cuando no se contiene la palabra que más hiere, y ni siquiera vale en ese momento que lo hayas hecho sin querer.
Por mi parte, cada día intento ser menos susceptible, combatir egos y vanidades propias, asumir complejos y hacer más romo mi espíritu, limando aristas.
Reconocer que la palabra propia puede arañar es imprescindible para seguir haciendo uso de ella.
Es la responsabilidad de quien es puro verbo.
Querido Miguel, te tomo de la mano para entrar en la maleza y buscar la voz que nunca debe faltarnos.
Un besote de tu mejor público...:-D

Avellaneda dijo...

La palabra puede ser de muchos tipos, hiriente, malévola y malintencionada, como también lo puede ser amable, reparadora, acariciante y terapeútica.

Conocemos bien la diferencia entre unas y otras y es bien sabido que la parte positiva de las palabras ayuda más en un enfrentamiento, en un momento de ofuscación, que las negativas.

Cuando algo se suelta de nuestra boca y hiere, la solución no es censurar al quien lo dice ni autocensurarte si eres el sujeto de la frase en sí, si no que se debe reparar lo dañado. A no ser que lo que se busque sea totalmente intencionado, entonces, si se dice, se debe aceptar la amonestación de quien la recibe.

La palabra tiene doble filo y somos lo suficientemente inteligentes para saber utilizarla correctamente.

Leí la frase de Blas de Otero sobre la lápida y tras la visita a las diferentes tumbas del cementerio civil e imaginar la de cuerpos inertes y casi inexistentes de las fosas comunes allí abandonadas pensé en que este hombre tenía claro que la palabra era herramienta útil, que aunque la maleza sepultara su verbo, siempre podía alzarse con otra palabra que la supliera y la mejorara.

Salud y república, compañeros y que el nombre de todos aquellos que murieron (y los que siguen haciéndolo hoy) no se borren de la historia

Un beso amigo Miguel y que tu verbo se mantenga siempre alerta