Oscar Wilde.1854-1900. Escritor irlandés. Está en la humana naturaleza el envidiar lo que no tenemos y valorar la suerte de los otros en comparación siempre con la nuestra. Y todo ello sin relativizar y considerar que todo es bueno o malo según desde donde partas.
La vida cotidiana nos restringe y nos limita, pero al mismo tiempo nos da la necesidad, que es con diferencia el mayor aliciente de seguir vivo. Si todos los días fueran fiesta y diversión nada lo sería, porque lo que erosiona el placer y el biniestar es precisamente hacerlos habituales.
Por eso el que podamos mirar con envidia la vida de los otros y desear viajar, tener como objetivo saquear las tiendas de Oxford Street, Rodeo Drive o Serrano es hasta saludable y pensar que nada tiene sentido salvo tirarse a Ashton Kutcher es comprensible y alabable.
Pero si todos los días te gastas millones en D&G, conoces las Seychelles mejor que Moratalaz y entretienes las noches contando las pecas que tiene en la espalda el macizo de turno, la vida nuevamente deseable será la del currito que sueña con tener lo que ahora abominas de puro tedio.
Y es que el ser humano es un bicho muy complicado que prefiere desear antes que conseguir, y sobre todo quejarse…
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